Se conocieron vestidos de adolescencia, a la hora de los debutantes y las carcajadas desprevenidas.
Entre sábanas y televisor fabricaron un mundo poblado de magia, sortilegios y planetas habitados. Caminaron todas las luces de Corrientes, coleccionando miles de tardes de librerías y duendes.
El tiempo, vigil, se perfumaba de sándalo y de cerca les seguía los pasos...coleccionando besos de cumplemes y calendarios pintados de aniversario. Alma con alma aquellos dos recorrían la ciudad con la bendición de todos los dioses...y escuchaban voces de mar y de montaña tarareando melodías de eternidad.
Una noche sin abrigo los aturdió la sordera, los asesinó una despedida. Y se perdieron en el silencio de días y horas con aquella música de destino enmudecida. El tiempo, atento, desde el adiós de aquellos inmortales siguió barajando su imperio de arena y en su devenir, se escurría la vida, escribiendo biografías.
Y así el tiempo y la vida copulaban y entre cópula y cópula (algunos recuerdos morían)
Hasta que una noche, la vida y el tiempo dieron a luz diez años desde aquella gris despedida. Será que el tiempo de tanto copular y hacer olvidar a veces se distrae, a veces se duerme u olvida.
Será que la vida a veces lo traiciona, se enoja y lo desafía (cuando él ataca sus biografías) y llora tormentas vengativas. Poco importan estas coordenadas cuando el azar comienza a batir sus alas y se encienden el cielo y sus dioses y la lluvia amenaza a la ciudad.
Porque una noche cualquiera, a escondidas del tiempo, de la mano de la vida y sus tormentas las dos almas se reencontraron.
Aquella noche una mujer y un hombre recordaron melodías de eternidad.
El tiempo estaba dormido. La vida resucitaba una biografía.
Mientras tanto, lejos de ese instante atemporal una tormenta asesina, vengativa, atacaba un imperio de arenas de tiempo y olvido.
Entre sábanas y televisor fabricaron un mundo poblado de magia, sortilegios y planetas habitados. Caminaron todas las luces de Corrientes, coleccionando miles de tardes de librerías y duendes.
El tiempo, vigil, se perfumaba de sándalo y de cerca les seguía los pasos...coleccionando besos de cumplemes y calendarios pintados de aniversario. Alma con alma aquellos dos recorrían la ciudad con la bendición de todos los dioses...y escuchaban voces de mar y de montaña tarareando melodías de eternidad.
Una noche sin abrigo los aturdió la sordera, los asesinó una despedida. Y se perdieron en el silencio de días y horas con aquella música de destino enmudecida. El tiempo, atento, desde el adiós de aquellos inmortales siguió barajando su imperio de arena y en su devenir, se escurría la vida, escribiendo biografías.
Y así el tiempo y la vida copulaban y entre cópula y cópula (algunos recuerdos morían)
Hasta que una noche, la vida y el tiempo dieron a luz diez años desde aquella gris despedida. Será que el tiempo de tanto copular y hacer olvidar a veces se distrae, a veces se duerme u olvida.
Será que la vida a veces lo traiciona, se enoja y lo desafía (cuando él ataca sus biografías) y llora tormentas vengativas. Poco importan estas coordenadas cuando el azar comienza a batir sus alas y se encienden el cielo y sus dioses y la lluvia amenaza a la ciudad.
Porque una noche cualquiera, a escondidas del tiempo, de la mano de la vida y sus tormentas las dos almas se reencontraron.
Aquella noche una mujer y un hombre recordaron melodías de eternidad.
El tiempo estaba dormido. La vida resucitaba una biografía.
Mientras tanto, lejos de ese instante atemporal una tormenta asesina, vengativa, atacaba un imperio de arenas de tiempo y olvido.
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