Una mujer onyrica descubre
su visagra alada siempre a la misma hora,
esa hora en la cual estallan
las tormentas del alma.
Quizás su enfermedad sea
un sentido trágico del romanticismo.
En su camino va intentando resucitar
el brillo de cada instante
en el devenir del tiempo.
Padeciendo el eterno retorno.
Incansablemente.
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