País errante era el que quedaba mas allá de mis muelas
era como una ciudad sin dioses
perdida y adorada por nadie
sin ceremonias ni enunciados ni resortes de pecadores
Allí la muerte promete en cada atardecer un silencio aún mas monstruoso
Y la luna alucinando resplandores desea asistir a la claridad de la tormenta
por esa escalera que quizás suben aquellos que muerden la ironía de vivir
Pero si la vida y la muerte habían copulado no era posible un susurro idéntico al otro
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